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México ante el golpe del acero: ¿una nueva guerra comercial en puerta?

  • Foto del escritor: Almeida & Alatorre
    Almeida & Alatorre
  • 20 jun
  • 2 Min. de lectura

El acero vuelve a templarse al rojo vivo en el tablero del comercio internacional. Esta vez, con una carga arancelaria del 50% impuesta por el presidente Donald Trump a las importaciones de acero y aluminio, México se encuentra en la primera línea del impacto. Y no es una exageración: ocho de cada diez dólares que exportamos en estos metales cruzan directamente a Estados Unidos.


En 2024, México vendió al vecino del norte más de 13 mil millones de dólares en acero y casi 2,700 millones en aluminio. Hoy, ese flujo vital para nuestra industria se tambalea. Tras el primer ajuste arancelario de 25%, las exportaciones cayeron un 3% en el primer trimestre de 2025. Pero lo peor vendría después: datos preliminares de la CANACERO (Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero)anticipan una reducción a la mitad en abril y mayo.

Los estados más industriales ya sienten el temblor. Nuevo León, Michoacán, Coahuila y Veracruz (epicentros de la producción metalúrgica) no solo pierden ventas: peligra una red de empleos, talleres, fundiciones y cadenas de proveeduría que sostienen miles de familias. Se estima que hasta 700,000 empleos directos e indirectos podrían estar en riesgo si la medida se mantiene.


La CANACERO ha denunciado un "desequilibrio flagrante": mientras México ve cerrarse las puertas en el norte, los productos estadounidenses cruzan libremente al sur. No solo es acero. El IMCO advierte que también están en juego autopartes, electrodomésticos y electrónicos con componentes metálicos.


En respuesta, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, anunció un viaje urgente a Washington. Busca negociar la exclusión de México del castigo arancelario. Como argumento de peso: Estados Unidos mantiene un superávit de 4,000 millones de dólares en su balanza de acero frente a nuestro país.


Mientras tanto, el gobierno mexicano toma una medida simbólica pero significativa: exigir que toda la obra pública utilice acero nacional. Es un intento por blindar a la industria local, aunque insuficiente frente al golpe estructural que representa el cierre parcial del mercado estadounidense.

Este no es solo un conflicto comercial. Es un reflejo de las tensiones subyacentes en la relación México–Estados Unidos, especialmente en un año electoral estadounidense. Y para México, representa algo más profundo: el riesgo de que se erosione el marco de cooperación regional que con tanto trabajo se construyó.

 
 
 

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