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México ¿La posible nueva “fabrica del mundo”?


El fantasma de la recesión se hace cada vez más presente en el país. Con una progresiva y firme inflación, así como un crecimiento económico ralentizado, el comercio exterior se ha convertido no sólo en un salvavidas económico, sino también en una prometedora oportunidad para el desarrollo de México.

Para 2022, en general, la perspectiva de crecimiento económico tanto para México como para el resto del mundo no es muy alentadora. Hace unas semanas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó su expectativa de crecimiento nacional en 1.2 puntos del PIB. No obstante, nuestro país no es el único Estado que ha recibido tan mal pronostico por parte de dicha institución. La economía mundial, así como la de las dos mayores potencias, Estados Unidos y China, también se espera que su crecimiento sea medio punto porcentual menos a lo previsto en 2021.


La razón de tan mala situación se debe a múltiples factores que van desde los altos niveles de inflación, el surgimiento de nuevas variantes de Covid-19 o bien, las aún rotas cadenas de suministros.


Sin embargo, a pesar de este complicado panorama, el comercio exterior se presenta como un motor económico sostenible que paulatinamente ocupa un mayor espacio en el PIB. Los flujos comerciales en la región de América del Norte han sido de los pocos canales económicos que no se ha debilitado a pesar de los problemas estructurales que ha generado la pandemia. Además, los conflictos comerciales entre el gigante asiático y el Tío Sam han hecho que México sea una opción cada vez más atractiva para desplazar las fabricas de China al continente americano.


Debido a estas razones y a los muchos tratados de libre comercio que nuestro país ha pactado con diferentes países y bloques alrededor del mundo, el peso del comercio exterior asciende hasta el 78% de su PIB.


Los primeros meses de la pandemia nos han mostrado la fragilidad de la vida humana, de la sociedad y la economía. Las consecuencias de la ruptura en las cadenas de suministros globales han sido tan catastróficas que algunos expertos calculan que esta crisis podría continuar hasta principios de 2024. Y es que uno de los factores que más ha contribuido a esta lamentable situación no es sólo la falta de contenedores o semiconductores, sino también, una enorme concentración de la producción manufacturera en China debido a su mano de obra barata y leyes ambientales muy laxas. Para ilustrar al lector sobre esta situación, debemos recordar la escasez de cubre bocas y material médico que el mundo experimentó a inicios del 2020.


Consecuentemente, las distintas cadenas suministros se enfrenta a una gran reorganización mundial para reducir la dependencia de China y, en caso de una contingencia similar, se evitaría que muchos países enfrente al desabastecimiento que hemos experimentado desde mediados de 2020 hasta hoy en día en menor medida.


La posición geográfica de México, sus diversos tratados de libre comercio, así como sus buenas relaciones con los Estados Unidos son elementos que podrían contribuir a que el país Azteca podría convertirse en el centro del eje de la reconfiguración en la cadena de suministros que estamos atravesando.


Innegablemente, el comercio exterior es un salvavidas de la economía nacional y la mejor apuesta para el desarrollo y progreso. Sin embargo, para podernos convertir en “la nueva fabrica del mundo”, México tiene que hacer dos cosas. Primero, garantizar una infraestructura óptima para hacer frente a tan grande reto. Segundo, establecer un autentico estado de derecho que proteja tanto a los ciudadanos como las empresas haciendo cumplir la ley. Sólo así podremos atraer a las inversiones establecidas en China a nuestro país. De otra manera, algún otro país o tecnología nos arrebatará esta valiosa y rara oportunidad.


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